Bla Bla Bla Goodbye Bla Bla Bla

domingo, 24 de mayo de 2009

Mis terminators favoritos I



Terminator, terminator... si hay un mundo que me absorbió y me dejó planchado por completo en su día ese fue el mundo del Terminator, que no sólo tiene su buena miga de ciencia ficción y un diseño precioso, sino que revisita, fagocita y actualiza el conflicto entre la máquina y el hombre para gustazo de los neo-ludditas, si los hubiera o hubiese.

De todas las cosas que me gustan, que son demasiado comunes y por tanto conocidas por todos, sólo hay tres aspectos que no me terminan de pasar por el gaznate, Vds. me perdonarán la tos y las arcadas, especialmente porque son aspectos tan fundamentales para la mecánica de la saga que si los quitamos nos quedamos con nada entre las manos. Yo soy así de especialito en mis ratos de ocio, qué se le va a hacer.

Por un lado el mesianismo en torno a la figura de John Connor, tan ramplón como cogido con pinzas; porque las figuras de los caudillos, esos catalizadores de voluntades y pasiones, son importantes y poderosos a nivel social e histórico pero son un reflejo de sus tiempos: es decir que el "ídolo" no sólo tiene detrás las manos, las antorchas y los corazoncitos de sus afectuosos seguidores, que son los que le construyen los puentes, queman al vecino o cuelgan posters con él en tanga en sus habitaciones, sino que además nadie está predestinado al "triunfo", a ser el "arrebato de las masas", el "ayatola del Rock & Roll". Si se creen lo contrario les han vendido muchos publirreportajes del Canal Historia o aún sueñan con ganar operación triunfo, y además tienen bastante peligro.

Esa identidad estática, mesiánica con todas las letras y su acentito, no me gusta, deshumaniza (con todo lo de miseria y virtud que tiene nuestra condición) al personaje, y lo convierte en algo que que sólo puede ser él mismo y nunca poder convertirse, metamorfosearse en "otro yo", ergo Dios o un zopenco.

Una parte del poema de Handkle titulado "Lied vom kindsein" (canto de la infancia), que conocerán porque se recita en la preciosa fábula de "Himmel über Berlin" dice:

"Als das kind kind war/war es die zeit der folgenden fragen:/Warum ich bin ich und warum nicht du?" (Cuando el niño era niño/era el tiempo de este tipo de preguntas:/¿Por qué yo soy yo y por qué tú eres tú)

Preguntas así no se las hace un John Connor, quitándole, al menos por mi parte, cualquier simpatía profunda que pueda sentir por el personaje. Las crisis personales de John en todas las películas son edípicas, nunca hay una duda profunda, original, ni siquiera una tentación seria, ta humana, por el fracaso, sólo amagos, demasiados amagos y poca chicha.

Otro de los aspectos que menos me convencen son las continuas idas y venidas temporales y los "cambios de futuro", que son el pan nuestro de cada día desde el principio de la historieta, pero sin meterse nunca entrar a analizar hacía dónde van con todo el negocio.

Aprecien en esta fabulosa guía temporal amancebada, cómo los futuros se van solapando con cada entrega y como el berenjenal llega a proporciones de terror cósmico con unos cuantos viajes y envíos temporales:


Clarísimo esquema del estado y el tiempo de las cosas.

La cosa degenerará tanto en la quinta entrega que amelia Poularda será la protagonista, enviada al futuro desde el pasado para enseñar a automedicarse e introducir en el mundo de la poesía de las pequeñas cosas y la neurosis a una Skynet deseosa de encontrar el "amor verdadero". Ya a esta altura de la feria, y más en esta barraca, "vale tudo", ya lo verán con sus ojitos.


¡Abajo Skynet!, ¡Dale con el garrote Ramón!, ¡mierda para la máquina!

El tercer y último aspecto de todo este mundillo de chupas de cuero, culturistas y "robozes" asesinos es la madre del cordero, no Sarah, sino Skynet.

¿Es tan "inevitable" una Skynet, como dicen en todas las películas?.¿Lo son el patinete, los san jacobos o el tecnopop?. Déjenme dudarlo; y es que lo "necesario" y lo predestinado son salsas que vuelven a caer muy lejos de mi plato favorito, especialmente con el aliño constante de la mutación y lo alternativo, siempre por las bravas a base de máquina del tiempo, del malparido futuro: Los sabores no casan bien, o el vino está picado.

¿Es además inevitable una Skynet que considere a los humanos un peligro y al momento nos llene las ciudades de polvorones nucleares?.

Digamos que sí, por no quedarnos sin la brillante segunda parte, que precisamente camufla de libertad lo apocalíptico y lo inevitable, sin que se le caiga la cara de vergüenza a ningún espectador, cuando le dicen aquello de "No fate" y "caminante no hay camino se hace camino al andar", en una serie que se empecina en la certidumbre de una Skynet apocalíptica. Anticristos los justos y mejor tenerlos fuera de las películas de ciencia ficción, al lado de los mesías.

Dichos estos sinsentidos, déjenme recordar en voz alta el recorrido de la saga cinematográfica junto con unas notas de los secretísimos experimentos que el Instituto Cinefilomitómano de Michigan (filial de Cyberdine Systems) realizó sobre estas películas. Además hay algún Spoiler bien fresco, así que estén atentos.


Terminator (1984).
Cómo crear una obra maestra con tres personajes, cuatro bombas y dos metralletas.


El amor romántico, los celos y los problemas de pareja abundan en esta película.



Terminator es una de esas joyas que crea escuela; y vaya que si creó escuela que si miran los títulos más despampanantes de los años 80 todos los interesantes tienen un "Hunter, un "future", un "warrior" y hasta un "exterminator", y si no lo tienen es que posiblemente sea un dramón intimista de José Luís Garci o Vicente Aranda.

Parecía que un clochard exaltado, un "punkis" psicópata y una tontita ochentera con scooter llamada Sarita no daban para mucho, pero vaya que si dieron.

La cosa es que el mendigo encabronado viene del futuro a proteger a la tontita (aunque su compañera de piso es aún peor), y es que va a ser mamá: no hoy, ni mañana pero algún dia será mamá de un nene que va a ser el Che Guevara del S.XXI pero en plan humanista, inteligente y sin puro. Si además el "punkis" es un señor imparable que resulta que no es un señor sino una cupletista que es un "roboz" con forma humana ("cyborg", me corregirá algún pobre pardillo) que ha venido también del fututo pero enviado por los caciques del nuevo Orden Metálico para cargarse a Sarita a modo de aborto con carácter retroactivo, la cosa ya empieza a menearse con gracia. No me digan que no, que con guiones mucho más elaborados hay peores películas.



Y es que Terminator es un meneo constante; lo es por la frialdad con la que el engendro comienza a cepillarse a las Sarah Connor de L.A con la guía de teléfonos en la mano (hoy usaría Facebook), la impotencia del protector que sabe que no es rival para ese monstruo y que está con una mano delante y otra detrás y la continua persecución mitad policial, mitad cibernética a la que los dos pobres desgraciados son sometidos.


Class of 1999, un delirio cibernético total.

Esta es una película llena de amargura y fatalismo, en la que solo a través de la trampa y el truco se puede intentar, no ya acabar, sino solamente escapar de una fuerza de la "naturaleza" imparable: Una representación moderna de la muerte hecha de metal, fria e implacable, a la que parece que están condenados los dos protagonistas contra la que, aún sin demasiadas esperanzas, continúan luchando.


Windows 7 va a ser algo así.

Kyle, el papá del John "2.0", es un personaje especialmente complejo; un hombre atormentado por pesadillas de recuerdos de su miserable vida, un militar duro y deshumanizado a la fuerza para poder sobrevivir en ese mundo descarnado y cruel. Pero Kyle también tiene su corazoncito, y su pene, y siente una adoración casi religiosa aunque no demasiado platónica, por la madre del "salvador de la humanidad"; Como manda la industria del cine, termina la cosa en romance de una noche, con embarazo no deseado incluido. Skynet podría haber enviado una caja de condones y se hubiera ahorrado muchos disgustos.

Resulta algo poco anecdótico que sea otra máquina (esa prensa industrial) la que acaba con el robot asesino (quien sabe, quizá eran hasta familia y todo), pero tampoco se ha comentado que la victoria pírrica de la carne sobre el espíritu metal es cuando menos fortuita. Si hubieran entrado en una fábrica de Bollicaos, nuestro T-800 estaría bañado en chocolate, pero Kyle y Sarita estarán descuartizados.


Resultados del Instituto Cinefilomitómano de Michigan.

Tobías Greenbaüer (42) experimentó una rara incredulidad durante los primeros 20 minutos, incredulidad que enseguida se convirtió en un íntimo desasosiego y una alegría inmensa durante el resto de la película. Al terminar el sujeto pidió volver a verla, le pusimos "The terminators" pero no logramos engañarle y reaccionó violentamente. Terminación recomendada.





Con el éxito que tuvo The terminator, éxito bastante merecido según mi poco humilde opinión, y con la idea de una segunda parte en el aire pero sin ningún proyecto sobre la mesa, la industria del comic de la época (que era para echar de comer aparte) se encargó de dar pasto a las recuas de fans que trotaban desorientados por los quioscos y llevarse su tajada del pastel.

Esos eran los tiempos de las nuevas editoriales cutronas que gracias a las nuevas tecnologías de impresión y copia (que abarataban la publicación una barbaridad) empezaron a surgir como hongos en la geografía yankee: con una licencia sonora y un par de dibujantes con brazos o con habilidad para dibujar con la boca, cualquiera podía inundar las tiendas de tebeos presuntamente profesionales. El fenómeno puede ser considerado como una perversión capitalista del mundo del fanzine y de la cultura del yuppie aplicadas a aficionados con un ego desmedido. Por suerte la cosa no duró mucho y la inmensa mayoría se fue al carajo y se volvieron a hacer fanzines, más humildes pero mucho más interesantes. Algún día hablaremos de esto porque es de traca.

Dos editoriales merecen especial mención, por un lado la mitificada (a veces con mucha justicia, a veces sin ella) Dark Horse Comics, que parió unos engendros cuando menos mediocres aprovechándose del tirón de la licencia, y por otro lado Now Comics, que con unas delirantes historias y unos dibujos "adimensionales" hicieron llorar de angustia existencial a media Minnesota.

Series, todas ellas, que improvisaban sobre la marcha ese universo aún tan desconocido que apenas se había asomado brevemente en el balcón de la película para enseñar sus encantos con la misma coquetería que puritanismo y que además resultaba irresistiblemente atractivo por su fatalismo y negrura pero del que todo lo que se dijera, logicamente, era suposición chiflada que se frotaba contra el esperpento en manos de semejantes majaderos. Termino apuntando solamente dos detalles, dos:

Se les metió en la cabeza que John Connor debía ser rubio y con barba o bigote, no me miren así porque tengo pruebas.


John coqueteando con una adolescente con pluma.



E incluso, en algunas versiones, tenía pronunciados rasgos mongoloides (madres: ¡Eviten a toda costa los embarazos inter-temporales con guerrilleros postnucleares!).


hagan click para ampliar, impriman y cuelguenlo en su habitación

Además gustaban de bautizar con "apodos enrollados" a los terminators; eran otros tiempos, eran los años 80:

El "Nator"




Nobody cares? Go figure!...

El "Gator"...



y hasta los "terminars"...



Se me caen las lágrimas de "gator"... Dejémoslas que corran a su gusto y terminemos este tema tan doloroso viendo algunas de las espectaculares portadas de la serie perpetrada por Now Comics, portadas de una calidad aún mayor que el contenido del interior de la revista, como suele ser habitual aún en muchas publicaciones:


Haga click para ampliar si tiene lo que hay que tener


haga click para apreciar esta bellísima portada


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Haga click para ampliar si tiene moral

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