Bla Bla Bla Goodbye Bla Bla Bla

lunes, 5 de enero de 2009

Cine de Barrio: Amelia Poularda.






Amelia Poularda vive en Verdel del Conejo, villa conocida por sus monstruosas fábricas de abonos y piensos, la especial dureza y brutalidad de su equipo de futbol de tercera regional mutante y la atávica costumbre que sus habitantes tienen de tirar de escopeta de postas para solucionar la más ridícula discusión, siempre, como no, bajo los cálidos y enfermizos vapores de la cazalla más canalla de la zona; cazalla que diligentemente sirve Amelia noche tras noche, cosa que le permite ganarse la vida, más mal que bien, como camarera, desde que empezara a trabajar en el café "La Gloria del Caudillo" hace ya más de 24 años.

Amelia, hija de Juncal Mojigata, modista y cajera honoraria de la Asociación de Mujeres Cristianas, y de Herminio Poularda, sargento de la Guardia Civil, hoy prejubilado por cargarse a patadas a varios detenidos, nunca tuvo una infancia facil, ni siquiera una adolescencia sencilla, ni una primera juventud gozosa; se puede decir que Amelia siempre se ha encontrado con el dificil trago de que su vida es una mierda completa y que continuamente siente que sólo quiere morirse, y a ser posible pronto y de asco; pero como no lo sabe, no es consciente, Amelia es feliz y su constante sonrisa parece proclamar la máxima de que hay que exprimir el jugo de la vida hasta la última gota como si fuera una mandarina. Apariencias, todo apariencias y mentiras.

Amelia de chiquilina ya apuntaba maneras, retraida y torpe, muy torpe, como era, en el colegio nunca pudo hacer ninguna amistad ni aprender más allá de la tabla del 3.
Las jovencitas que alguna vez rondaron su ventana eran espantadas a palos por la siempre vigilante Juncal, y si eran jovencitos lo eran a patadas o a perdigonazos por el no menos celoso Herminio.

Es por ello que Amelia, que además tenía una tendecia genética a la esquizofrenia que la venía de lejos y que no sabía lo que era internet ni los blogs, se acostumbró a frecuentar "amigüitos" imaginarios con los que pasar las interminables horas muertas y entretenerse con las numerosísimas fotos del Generalísmo que colgaban de las paredes de su casa y le hablaban sobre la Guerra de Liberación Nacional Española, del peligro del oso sovietico y de la conjura judeo-masonica mundial que estaba acabando con España y con ella con el mundo.
Además gracias a los consejos de "las voces", Amelia desarrolló una malsana costumbre de vigilar constantemente los movimientos de sus vecinos con un pequeño catalejo de fabricación casera, costumbre que su padre aplaudió y fomentó.




Las voces y los "amigüitos" imaginarios continuaron poblando la vida y las sombras de Amelia hasta que la tragedia se cebó en el hogar nacional-católico de los Poularda-Mojigata: Una mañana de otoño mientras Juncal acudía a misa es asaltada y salvajemente devorada por una manada de conejos salvajes mixomatosos que rondaban la zona.

Los ritos funerarios son llevados con el mayor respeto y seriedad, pero a pesar de todo, el rumor de que Juncal se ha escapado a "vivir la gran vida" a las calles de la capital con la considerable suma que su asociación le había confiado para las "misiones de los negritos" cruzan de corro en corrillo todo Verdel del Conejo durante semanas como bofetadas a la pureza de su memoria, el mismo tiempo que el que se le oyó a Herminio repetirse "La prefiero muerta que perdida"...
Un dramón, regional, pero un dramón al fin y al cabo.





Así que Amelia, huerfana de madre y abandonada por las voces que poblaban sus fantasias y amenizaban sus tardes, decide emplearse de camarera en la taberna "La Gloria del Caudillo".

Allí nuestra soñadora amiga pasa lo mejor de su juventud, escuchando la Cope, viendo alguna película sin rombos y ojeando el Marca y el ABC, pero lo que más hace es servir huevos fritos con patatas y chorizo, raciones de callos y lingotazos inhumanos de Cazalla "Iluminaciones" y anís "El Mono".

Gracias a la cantidad de riñas y posteriores perdigonazos que pueblan la tasca, con sus órbitas oculares caidas en el inmundo serrín de la barra y por tanto irrecuperables y sus gritos y sus ayes, puro jolgorio, Amelia logra conocer al primer hombre de su vida (después de su padre Herminio y de Francisco Franco): Manuelico, el hijo del boticario, cojuelo el pobrecico, que además remienda navajazos, extrae perdigones y saca muelas con gran maña.

Así que, Amelia y Manuelico, después de llevar tres años de novios yendo al precario cine "Palacio de la Magia" cada noche, logran aprenderse de memoria las cuatro películas que siempre proyectan (Raza, Los últimos de Filipinas, Marcelino Pan y Vino y The Spirit) y Manuelico logra tras muchos lloros, ruegos y súplicas poder cubrirla una noche de verano después de los bailes de las fiestas en el pajar de la Josefa.



Después de esa experiencia tan desagradable y ya para siempre mancillada y sin honra con la que demostrar su pureza ante el altar de bodas, Amelia desesperada llora, llora amargamente como una madalena, llora por la crudeza de la vida, llora por la falta de poesía que tienen las pequeñas cosas, las de Manuelito incluidas.

Manuelico, como si nada, fumandose un Celta sin filtro, la recomienda "visitar a un medico de la capital que es especialista de bajos femeninos" o mejor aún "a un medico de la capital que es especialista en cabezas y psiques"...
"Unos sinvergüenzas y unos canallas es lo que serán, desgraciados como tú" grita Amelia y acto seguido se lia la marimorena: Amelia sufre un ataque de histeria brutal y como una gata en celo araña y muerde a Manuelico llegando a arrancarle por completo el lóbulo de la oreja izquierda y el dedo meñique de la mano derecha y si no pone los piés en polvorosa, dejando la ropa abandonada en el pajar, posiblemente hasta un testículo.
Al día siguiente Manuelico se va a vivir a la capital logrando rapidamente un importante puesto de responsabilidad como cirujano jefe en un hospital de la seguridad social.
Amelia se queda en el pueblo.



Amelia está destrozada, se siente utilizada y por primera vez en su vida la idea malentendida del "suicidio colectivo" cruza su mente: primero suicida a medio pueblo con la pistola de su padre y después ella se pega un tiro.

Por suerte o por desgracia una noche en la que se entretiene con semejantes pensamientos, en el espacio "El peniculón de la semana" la película proyectada logra penetrar las densas sombras que se ciernen sobre su cabeza y, como si una señal del destino, de Dios o del Generalísmo se tratara logra interpretar una poderosísima orden que la la llama a la acción.
La película es la inolvidable obra maestra del siglo pasado Le fabuleux destin d'Amélie Poulain.

Amelia, con lágrimas como puños rodándole por las mejillas, no puede sentirse más conmovida por la "penícula basada en hechos reales" que está viendo. ¡Si hasta en el mismo nombre se reconoce en la protagonista!.
Así es como, malgastando los últimos presupuestos de cordura que le quedaban a la pobre Amelia, decide convertirse en la heroina supersecreta de su pueblo y llevar la felicidad y el amor a todos sus conciudadanos, pero siempre prestando especial atención a la "poesía de las cosas pequeñas" que tanto gusta a las mentes más sencillas, mentes que piensan que Hiperyon es una pomada anticallos, Zaratustra el Rey Mago de pelo castaño y Diwan un chiringuito de donner kebab. ¡Oh la poesía de las pequeñas cosas!

Para empezar Amelia decide comenzar por utilizar unas viejas ganzuas que su padre conserva de un interrogatorio especialmente sangriento, y entra en todas las casas de su calle a la hora de la siesta, revolviendolo todo y descubriendo los secretos, intimidades y las miserias y deseos de todos sus vecinos.

Al principio se conforma con pequeñas picardias como escribir notas de amor a las solteronas irredentas de su pueblo o dejar chocolatinas y gominolas en las almohadas de los más pequeños. Amelia después de 35 años conoce por primera vez lo que es la felicidad.

Pero poco a poco las cosas se van torciendo, una mala mirada, un mal gesto, un rumor infundado (ya se sabe como son los pueblos) hacen que Amelia empiece a pensar más en castigar a sus vecinos más maleducados y desagradables que en hacerles la vida más "mágica" y "poética".

Cajas de metal con los ahorros de toda una vida que desaparecen, zapatillas cambiadas inexplicablemente por unas identicas pero menores en varios números o memorias de teléfono que llaman al psiquiatrico en lugar de a sus familiares dan paso, poco a poco, a perros juguetones envenenados con albondigas con botulismo, aficionados a la cazalla que mueren por docenas electrocutados en estúpidos accidentes domésticos e incluso hasta en alguna casa algún infante especialmente llorón amanece en silencio pero degollado:
Verdel del Conejo vive una pesadilla horrible y un terror constante anida en los corazones de sus habitantes.

Llega a tal extremo la locura de Amelia que incluso el simpático Homero, el ciego que vende cupones de la ONCE en la plaza, no se escapa de su poesía vengadora y una mañana, sin testigos que valgan, lo agarra del brazo y a rastras lo pasea por media Verdel del Conejo informándole a voz en grito de los precios de los garbanzos y del de las alubias, para tras media hora de paseo forzado terminar por abandonarlo en unas obras a las afueras del pueblo donde, desafortunadamente Homero cae en una zanja y muere una semana más tarde de causas naturales entre dolores inhumanos y alucinaciones de corte místico-paganas.




Así pasan las semanas, con nuestra Amelia cada vez más perdida en su delirio de su recien descubierto "sindrome del Boy-Scout" cuando una segunda revelación golpea su corazón con la fuerza de la vida que palpita esperanza, amor y poesía de las pequeñas cosas.






Macario que es el zagal de 32 años con más mundo de todo Verdel del Conejo, ya que ha estudiado en la capital un F.P.2 en informática y gestión de sistemas laureandose con honores y numerosas muestras de cariño por parte de alumnado y profesorado, vuelve ya terminados sus estudios a labrarse un porvenir en la tierra que lo vio nacer.

Una noche en la que Amelia está detrás de la barra anotando ideas enfermizas que llevar a cabo en las carnes de sus sufridos vecinos, Macario entra en la tasca con el deseo de agarrarse su primera borrachera porque su ordenador ha cogido un virus espantoso y esta ardiendo por los cuatro costados en la casa de sus padres.

Amelia y Macario quedan prendados inmediatamente el uno del otro, ella le confiesa sus actividades, su deseo de llevar la felicidad y la poesía a los hogares de todo el mundio, él le confiesa su tendencia romántica, su pasión por recoger envoltorios de bollos, papelitos y fotos rotas de la calle y le dibuja en un papel algo parecido a un corazón.

Amelia le confiesa su desastrosa vida afectiva, Macario hace lo propio con la suya no menos desastrosa y con ración de ladillas incluida, Amelia le habla de la primavera, del sentimiento de transcendencia que el ayudar a los demás le da, Macario le recomienda no instalar Windows Vista y quedarse con Windows XP que funciona mucho mejor.

Así pasan las horas, las raciones de callos, los litros y litros de cazalla y las confesiones de dos enamorados que se juran bajo el himno de España de la carta de ajuste, amor eterno, del bueno, ¡amor hasta la muerte!.

Por desgracia la policía, que no es tonta, ya le estaba siguiendo la pista a Amelia por sus actividades y alarmados por la presencia del desconocido Macario deciden acelerar la operación con desastrosas consecuencias: Dos cadetes del cuerpo de Policia Secreta de Tascas y Bodegas quedan moribundos a base de una somanta de palos regalados por el poderoso brazo de Macario y sus conocimientos de Judo y Kung-Fu informático y acto seguido en la moto Derby paleta de éste se dan a la fuga, armados con una escopeta recortada y varios cuchillos de cocina, logrando escapar del pueblo.

Por desgracia Macario y Amelia son interceptados por un control de carretera de la Guardia Civil.

En el tiroteo y pelea posterior pierden la vida los dos sospechosos, el cabo de la benemerita Jonathan Alarico y Manuel Sevilla, trasportista que se encontraba retenido en esos momentos en el control por intoxicación etílica severa, además resultan heridas de diversa consideración media docena de personas.

Herminio Poularda, el anciano progenitor de Amelia, que se encontraba visitando a unos amistades en el cuartelillo de Roquetas de Mar muere de una hemiplejia al enterarse de la noticia.


Foto tomada por los Cuerpos de Seguridad del Estado.

P.S:

Uno que se ha tragado su ración bien calentita de majaderias a costa de la película, tipo "Si todas fueran como Amelie otro gallo nos cantaría", lleva muy mal que en pleno 2009 aún tenga que leer "Soy como el personaje de Amélie" aunque sea a una cretina integral.
¡Ah la poesía de las pequeñas cosas a falta de cualquier otra grande o mediana!

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