Bla Bla Bla Goodbye Bla Bla Bla

jueves, 26 de marzo de 2009

I drink your blood: Satanismo Hippie, drogas y violencia obrera.


Valley Hills no tiene nada que ver con el Hill valley de otras películas mierdosas.

Les voy a comentar una obra maestra, se llama I drink your blood (1970) y es un claro ejemplo de la serie Z más peluda y grumosa. Ideal para ver a solas o en familia, un sinsentido continuo de 90 minutos de duración que tiene de todo:

Prepárense para ver familias desestructuradas, rituales satánicos, piquetes informativos violentos, ingenieros tiranos, furor uterino desmelenado, sordomudas mutiladoras, guerrilla bacteriológica con empanadas envenenadas, abuelos drogados y vejados, violencia de género y número, animales descuartizados, sangrante lucha de clases, hidrofobia peluda, panaderías asaltadas, fusilamiento de obreros, violencia psico-sexual, dentaduras postizas, malos tratos, niños jugando con jeringuillas, salvajismo afroamericano, boas "konstrikter", xenofobia tramontana, satanistas con espada, orgías, furgonetas despeñadas con ocupantes dormidos dentro, piñatas humanas, Yoko Ono quemándose a lo bonzo, cartas de tarot, higadillos ...



Esta joya comienza con horace y su pandilla celebrando una misa negra en torno a una hoguera. Mucho credo, mucho despelote, mucha tontuna. una guasa. Eso que asoma es el mango de la espada, no se me emocionen.



Todos corean un juramento satánico que viene a ser un padrenuestro pero un poco más tremendista y con algo más de color.



Sin perder un detalle de la truculenta escena vemos a una adorable cotilla, es Sylvia; luego sabremos más sobre ella.



Horace decapita a una gallina y deja que su sangre caiga sobre Yoko Ono mientras el cáliz rebosante de vino peleón, sangre y tripis va pasándose entre los asistentes y pegando unos bajones que es un gusto.



Desgraciadamente Sylvia es descubierta y tras una brevísima persecución es capturada por Rollo y "carita bonita" y llevada de nuevo ante alegre grupo de futuros cienciólogos.
Reparen en cómo lo primero que hace "carita bonita" es echar mano a las bragas de la señorita: Los satanistas no respetan nada ni a nadie y confunden la libertad con el libertinaje. Si además son hippies la cosa ya es el acabose.



Rubito sale en su defensa, dice que es una chica del pueblo cercano llamada Sylvia y que é ha invitado a participar, y que no hay nada malo en estar abiertos a otras gentes...
¡Plas!, tortazo.
¿Que has invitado a quién a qué?, ¿!Pero tú estás tonto!!! -le grita Horace después de arrearle un buen soplamocos. En su grupo los extraños son muy mal recibidos como veremos ahora mismo...



¡Sylvia!. ¿Pero qué te han hecho esos bastardos!, ¡Si vas dando tumbos pobrecita mía!.



Por suerte Mildred y Pete la ven desmayarse y corren a auxiliarla en lo que sea menester.



Serán las leyes del karma o el echar aceite de girasol al motor pero me parece que Horace y su banda se van a quedar sin poder ir al Festival del Dragón como tenían pensado; se rumorea en los mentideros de la corte que es por culpa de Horace que todos los años se muera algún hippie despistado por sobredosis o algún niño (de esos llamados "Odín", "Rayo de luna" o "Gaya Pérez) por deshidratación, así que eso van a ganar sin su asistencia.



¡Venga atajo de vagos!, ¡todos abajo!.



Mira, mira, si "cara bonita" sigue dormidito... calla, calla...



Venga chicos, empujad con fuerza...



¡A tomar por culo la furgoneta con "cara bonita" dentro!



Rubito, el depredador de chicas locales, baja al fondo del barranco para ver cómo ha quedado su compañero de credo después de la broma.



Aquí vemos cómo no le ha hecho mucha gracia la broma, y es que la gente sin sentido del humor enseguida se siente ofendida. ¡Para eso haberte hecho del Opus Dei y no satánico!.



Mientras, Sylvia catatónica perdida por culpa del trauma psicosexual y religioso sufrido tan recientemente, yace en su lecho inerte.



Aquí podemos contemplar con mayor detalle su cuerpo serrano mancillado.



El abuelo acude rápidamante a interesarse por la salud de su nietecita, desgraciadamente el doctor más cercano es el de la presa que están edificando.

-Abuelo, ¿no puedes hacer nada por ella?
-Sólo soy un veterinario Pete y tu hermana no es un animal.

Ahí queda dicho eso, ya no escriben frases como esa.



El muerto al hoyo, la traumatizadita a la ducha y el vivo al bollo. Mildred como cada día visita a su marido, el ingeniero del proyecto, y le informa de lo sucedido a Sylvia y de que sospecha que el autor de la fechoría ha debido ser algún trabajador de la presa, y ya puestos pide los servicios del médico de la empresa. ¡Qué nepotismo más crudo, pero qué asco!.



Pete mientras tanto se hace cargo del monopolio de café aguado y de bocadillo incomestible que tiene montado Mildred con su marido: Este matrimonio es explotación pura y dura; uno les explota en el tajo y la otra les vende bazofia a precio de caviar. Por si fuera poco esto que vemos se llama además explotación infantil.



La banda de Horace llega al centro de Valley Hills con ganas de comerse el mundo; la chica embarazada incluso llega a comentar que igual abandona a su futuro hijo ahí.



En un pueblo fantasma de 40 habitantes (que en realidad son sólo 5), el único local abierto, la fabulosa panadería de Mildred, llama la atención por fuerza, por sentido común y por lógica.



Diciendo que son integrantes de un grupo de Rock, Horace se informa de dónde pueden pasar la noche en aquel pueblucho de mala muerte. Como los habitantes más listos se han ido a vivir a la capital hace años por la presa que están construyendo y el hotel está cerrado desde dos hace años la cosa pinta negra. Por si acaso compran unas empanadas y se va a explorar.



Con un pueblo a su disposición Yoko Ono decide dónde pernoctar, y en un acto de inspiración divina elige el hotel Roosevelt antes mencionado, que además de estar cochambroso está lleno de ratas; así que Horace decide organizar una caza-concurso y el que sea vencedor y cace más será esa noche el líder supremo de Satán de la muerte, osea. Son como niños pero en más malo.



Con mucho cachondeo y mucho sentido del humor destrozan puertas, ventanas, muebles y de paso matan a alguna rata. Estos hippies sólo piensan en matar y en divertirse rompiendo cosas.



Rollo, con un instinto depredador prodigioso se alza vencedor de la prueba y muestra orgulloso el fruto de su esfuerzo.



Nada mejor que una buena barbacoa de rata para demostrar que se puede ser autosuficiente y que el capitalismo está herido de muerte.



Mientras los hippies aún están chupándose los dedos con la sabrosa cena, Sylvia sale de su estado catatónico y acongojada narra a su abuelo su terrible experiencia a manos de esos facinerosos. El abuelo le pide que no omita ningún detalle por escabroso que sea.



El abuelo que todo lo que tiene de veterinario lo tiene de justiciero, agarra la escopeta decidido y se va a lavar con sangre y postas el honor de la familia desestructurada. Pete intenta ir con él pero, en un breve momento de lucidez, el abuelo se niega.



Una vez en la puerta y con la furia diluida por las sombras y lo siniestro del edificio nuestro querido abuelo aferra con más fuerza su escopeta por lo que pueda pasar e intenta que no se note mucho que está tiritando de miedo.



Y es que lo del concurso de caza de la rata no era una broma y resulta que esa noche Rollo, el salvaje afroamericano, es el amo del cotarro.
Para entretenerse, hartos ya de sexo, de ratas y de drogas, deciden seguir haciendole la vida imposible a "cara bonita" al que atan y hacen escuchar tres discos horribles de Manu Chao...



Yoko Ono le raja la planta de los pies...



Y le cuelgan como una piñata humana, balanceándole violentamente, mientras su sangre salpica a los congregados de estas misas negras tan imaginativas que se montan.



¡Salpica!...



¡Salpica!...



¡Oh Satán, salpica!, ¡ahhhhhhhh!



El abuelete no da crédito a las fechorías de estos sinvergüenzas.
Al reparar en su presencia descuelgan al moribundo "cara bonita" y Horace le comenta que son actores ensayando una nueva obra y que tenga a bien no dar mucha importancia a lo que ha visto. Pero el abuelete está ahí por otro motivo y poniéndose farruco le amenaza con llenarle las tripas de plomo por todo lo que han hecho a su querida Sylvia.



Horace, que tiene tanta guasa como mala baba, se ofrece a limpiarle las gafas para que apunte bien y con un elegante taconazo se las destroza.



Y por si no ha quedado claro con quien se las está gastando le propina un buen puñetazo en la boca del estómago.



Por si fuera poco, entre el cachondeo generalizado, Molly "furor uterino" le acosa sexualmente y le obliga a tragar media docena de tripis.



Aqui podemos ver al abuelete retorciéndose de rabia, dolor, alucinaciones varias, humillación y además lamentándose amargamente por no tener 20 años menos y un par de metralletas. Esta es la peor noche de su vida, con diferencia.



Por suerte su valiente nietecico ha seguido sus pasos y sus gritos llamando a su querido abuelito alarman al grupo de hippies satanistas. Molly "chocholoco" sale a ver quién está rondando su nueva casa ocupada.

-¡Uy, eres muy mono!... ¿Te gustan las mujeres?...
-¿Dónde está mi abuelo?, ¿qué le habéis hecho?.

¿Es que la indecencia hippie no tiene límite?. Por suerte Pete no escucha los cantos de sirena de está desvergonzada e insiste en que suelten a su abuelo porque si algo le ha pasado llamará a la policía...




Como a Pete no se le puede ganar por las buenas sale Horace como una furia a ver si por las malas se soluciona la cosa.

Por suerte Pete en su día respondió a la publicidad de "aprenda karate en casa" en un tebeo de terror y con una agilidad felina le planta una patada en los genitales a Horace y se da a la fuga; cosa que no le sienta demasiado bien porque corre detrás de él con la intención de explicarle que lo que ha hecho está muy feo mientras le pisa la cabeza.



Pete se defiende como puede del acoso pedagógico de Horace pero pronto es capturado, a traición ¡cobardes!, por el salvaje Rollo.



Justo cuando Horace se dispone a enseñarle con ejemplos en vivo lo que duele lo que acaba de hacer, le llaman para que acuda a recoger a su abuelo. O hay una descoordinación total en el grupo satánico con lo que respecta a la violencia o resulta que hay una clara intencionalidad por parte de Molly de salvar la vida al mocoso. De cualquier manera el pobre abuelete está hecho un desastre.

-Es que ha bebido un poco, ¿sabes?.



Que bella estampa: Un pobre anciano golpeado, drogado y vejado se apoya en el solidario hombre de su nietecico para poder llegar a casa de una pieza mientras el hippie se mofa de ellos. ¿Es este el mundo en el que queremos vivir? No tenemos otro.



Pete y el abuelete, que está llorando como una madalena, llegan a casa.



-¿Pero qué le ha pasado al abuelo?.
-Ha ido al viejo hotel y está un poco borracho.



-tururú tututu ru ru rururu...



-No está borracho imbécil, le han drogado con esa cosa que llaman L.S.D, todo el grupito lo toma.
-¿ Y qué hace ese L.S.. lo que sea?
-Vaya chico no sabes nada de nada, hace que las personas se vuelvan locas.



-Venga abuelo deje de jugar con los saleros y acuéstese hombre.



Pete en ese preciso instante se decide a llevar su venganza a cabo al estilo de los fantásticos comics de la E.C: A la tremenda, con mucha sangre y con una imaginación tan morbosa como desbordante.

Coge la escopeta familiar y sale a la caza de canes rabiosos, que como todos sabemos todo pueblo tiene uno: como todo pueblo tiene tonto, informático, concejal de cultura y mujer de moral relajada y de compañía remunerada; y muchas veces son la misma persona o unas pocas de la misma familia.



Así que después de dejar frito al perro rabioso, vuelve a su casa, se mete en la consulta veterinaria de su abuelo y se lava tranquilamente las manos.
Reparen en la guasa con el cartel "No place for rabies".



Como si fuera lo más normal del mundo empieza a preparar el instrumental de su abuelo cuidadosamente. ¿Qué irá a hacer este chicuelo?



Este niño es un peligro...



Miren, aquí está el perro rabioso del que antes hablábamos.



¡Pete, no!, ¿Qué estás haciendo?!, ese perro es un perro rabioso..., ¡Pete!, ¡Peteeeee!.



Pero Pete, recapacita, que ya sabemos que han violado y apaleado a tu hermana y vejado, drogado y apaleado a tu pobre abuelo pero eso que estás haciendo es muy feo... ¡deja esas empanadas que se las puede comer alguien y ponerse muy enfermo!, ¡Pete!.



Los hippies, que como todos sabemos tienen la memoria a corto plazo quemada por las drogas y menos retentiva que un calamar, se pasean por le pueblo como si nada hubiera pasado. Esa debe ser la receta para empezar el día con alegría y buen rollo: no acordarse de una mierda.



Por si fuera poco hasta se plantan en la panadería con la intención de comprar el desayuno, que las drogas, las piñatas humanas y las palizas a los viejos dan mucha hambre al día siguiente...

"Os vais a poner morados de empanada amigos", debe estar pensando nuestro psicópata infantil...



Por suerte el abuelete, aunque magullado en el cuerpo y dolorido en la honra, ha sobrevivido al mal viaje y también desayuna junto con su, no menos vejada, nieta; esta visto que nada une más a la familia y fortalece los lazos familiares que una buena pandilla de hippies satánicos y libertinos deslomando a varios de sus miembros.



Así que nuestra camada de asociales dan buena cuenta de los pastelitos sorpresa preparados con cualquier cosa menos con cariño por Pete; el desayuno de los campeones.

Come Lowry, come que te tienes que poner fuerte para salir en "The crazies" y enseñar ese cuerpazo en "Shivers", aunque nunca superarás la interpretación de sordomuda que estás bordando y que te valió un Oscar a lo Penélope Cruz.



Come Yoko Ono, come, que el arte conceptual desgasta mucho.



Come Horace, come, que aún queda mucha película y muchas sorpresas.



"Rubito", que está harto de comer tanto pastel de carne porque es un caprichoso y un sibarita, se marcha de la mesa y va a visitar a Sylvia, a ver si se le ha pasado el berrinche y la catatonia por la violación y el apaleamiento.
"Rubito" intenta explicarle que él no es así, que está un poco perdido y solo en la vida, que si va con los satánicos por echarse unas risas pero que no es mal chico... ¡Y la cosa funciona!.
¡Venga, pelillos a la mar pichurri, tontita mia!



Volvemos a la misteriosa presa, de la que sólo hemos visto este cartel.



Mildred está cada vez más preocupada y así se lo hace saber a su marido ausente; primero sylvia, ahora el abuelete y encima toda esa atmosfera satánica malsana... y como somos un pueblo de cinco habitantes la próxima voy a ser yo como si lo viera...

-Venga tontita, que ya sabes que posiblemente Dios no existe, y el diablo tampoco, deja de preocuparte y disfruta de la vida...



Los hippies están ya empezando a notarse como raros, ay que flojera...



Esto va a ser algo que nos han echado a la comida, purgante o algo así...

-Esta noche vamos a la panadería y la destrozamos.

Este Horace tiene una visión de futuro y una noción de la protesta social que quita el hipo, si viviese en el País Vasco seguro que votaría a D3M sin dudarlo.



Pero a las penas puñaladas, que no se pierda el sentido del humor.
Venga "gordita", que te pego un tiro ¡fiesta!, venga Lowry, cuéntame un chiste ¡ja, ja, ja!.



Cae la noche y las cosas se están poniendo de un color pardo muy siniestro para los adictos al Festival del Dragón; sudan, sufren calambres, se revuelven intranquilos en sus lechos...
Yoko Ono también está agonizando pero gracias a su conocimiento de disciplinas orientales de meditación logra mantener la compostura mientras se entretiene con las cartitas del Tarot.



¡Uy, uy, uy!... ¡La muerte!



Rollo fuera de sí queda terriblemente impresionado por el naipe...



Yoko Ono, con muy mala idea y pensando en una performance que tiene en mente, con toda la pachorra del mundo coloca el fatídico naipe sobre el moribundo "carita bonita" y le ofrece a Rollo una daga, así, sin ton ni son, directo al MoMA.



¿Es que no van a acabar las perradas contra este pobre chico? no.
Rollo lo cose a puñaladas.



-¿Pero qué leches paaaasaaaaaaaa????!



"Rubito (siempre en el medio) increpa a Rollo y le llama loco e "hijodeputa" (¡vaya boca!), cosa que logicamente hiere sus sentimientos y agota su paciencia, por lo que daga en mano Rollo le persigue para aclararle unos detalles sobre su santa madre

"Rubito" logra darle esquinazo rápidamente, pero en un pradillo cercano Rollo encuentra una hacha que parece decir "cógeme" y no precisamente en el sentido sudamericano.



Rollo vuelve con su nueva amiga con la idea de presentársela a sus compañeros de congregación.



Horace que no está para bromas le amenaza con un sable que compró en Ebay y que lo mismo sirve como fetiche ritualistico satánico, metáfora del poder del falo, que como abrelatas.



Como Rollo ve que no le dejan estrenar su nueva hacha (tenga amigos para eso) se enfada aún más y se lo hace pagar al cadáver de "carita bonita", al que de un hachazo le corta una pierna que se lleva de souvenir. Estos hippies son de un malo y de un rencoroso...



Rollo enseña la pierna de "Carita bonita" a Molly "chocholoco" que no aprecia la broma y escapa como alma en pena.



Y en medio del caos, del cachondeo y de las bromas, terminan todos y cada uno corriendo en direcciones opuestas.

Pero eso sí amigos, otra cosa no, pero contagiados de rabia... ¡todos y hasta las orejas!.
El experimento del pequeño Mengele ha sido todo un éxito.



Horace le echa un ojo a Mildred que le ve, reacciona rápidamente, vuelve a montarse en el coche y escapa a toda pastilla a refugiarse en casa del veterinario. Mal empieza la vida como rabioso este chico, muy mal. ¡Horace, un poco más de concentración y de ganas!.



-Algo raro está pasando oyes, porque no es normal que un saltimbanqui melenudo se me suba al capó del coche.
-¡Qué bien vivíamos cuando en este pueblo éramos cinco y no doce!, ¿eh?, ¡Mildred, tienes un gallifante en el pelo!!.
-¿Cómo?, ¿Un qué?...
-Ay nada, que es un flashback del ácido...



Mientras tanto Rubito, aprovechando que el abuelete está atendiendo a las visitas, sigue rondando a Sylvia y la invita a acompañarle al pajar. Hay chicas que nunca aprenden o que nunca quieren aprender.



Una vez allí "Rubito" abre su corazoncito y su mente confesándo sus fantasías y miedos, sus anhelos más íntimos... Sylvia aprovecha la situación para practicar sus conocimientos de psicoanálisis por correspondencia y se limita a tomar notas sin decir ni pio. De paso, sin darle mucha importancia "Rubito" le comenta que sus amigos han enloquecido y que los navajazos y los hachazos vuelan bajo y constantemente...

-Lo dejamos por la sesión de hoy -concluye Sylvia, al comprobar que han llegado a un punto importante.



Entre una cosa y otra el señorito ingeniero aprovecha la pausa nocturna extraordinaria de cinco minutos y echa mano de sus matones de confianza para ver qué es lo que está haciendo su legítima esposa que no coge el teléfono.

Lo que no se pregunta, porque no le interesa, es qué hacen aún trabajando a esas horas de la noche sin cobrar horas extras y por qué el último enlace sindical apareció muerto de una paliza en un descampado.



Hasta les da un revolver por si se encuentran con otro...



Pero no llegan muy lejos porque enseguida se encuentran con nuestra querida Molly "chocholoco", que entre el miedo a Rollo, la rabia y el furor uterino está que echa humo de sus partes más intimas y ha perdido la cabeza definitivamente.



¿Para qué voy a comentar esta imagen si con esa mirada y ese escote está todo dicho?



-¿Qué hace una chica como tú en un sitio como este?
-Violar a jovencitas, apalear y drogar a viejos, corromper a niños, invocar a Satán, matar ratas, comer empanadas, meterme tripis a puñados y lo que tú quieras marinero....
-Así me gustan las nenas, ¡con las ideas claras y en plan Benicassim!



Tres de nuestros aguerridos trabajadores se bajan en el hotelito del amor a ver qué pasa con esos Hippies que están en el pueblo.



Molly "chocholoco" asustada por lo que puedan encontrar allí dentro pero sobretodo aterrorizada por quién puedan encontrarse allá, decide utilizar sus poderosísimas "armas de mujer" para atraer su atención y hacerles olvidar las órdenes del patrón. ¡Cantos de sirena, oh Ulises mañero!.

Venga tontos... fiesta... fiesta... que dentro no hay nada... venid conmigo, venid....



Los firmes, honrados y honestos matones a sueldo del ingeniero si que llegan a cumplir a rajatabla las instrucciones de su señorito; pero desgraciadamente la panadería está desierta así que vuelven al hotel a ver si pueden unirse al cachondeo sexual con sus colegas o al menos tocar un muslo o un pecho.

-Pero si no hay nadie... qué raro...
-¡Mira, mira!.



Despeñado por un barranco, convertido en piñata humana, acuchillado mientras estaba moribundo, ya cadáver mutilado con un hacha y para terminar la broma tirado de cualquier manera en un rincón inmundo. Descansa en paz "carita bonita", que la otra vida te trate mejor porque lo que es en esta te han tratado peor que a un perro.



Buscando al asesino suben al ático donde un Horace, cada vez más enloquecido, les ha preparado una trampa con la que ahorca a uno de ellos en un periquete...



Y al otro, de una forma más clásica pero menos imaginativa, lo finiquita sacándole los higadillos a cuchilladas. ¿¡Ves que cuando te aplicas puedes Horace?!.



Poco conscientes de las desgracias del mundo laboral, "Rubito" y Sylvia deciden curarse los traumas mutuamente revolcándose en el pajar. Nunca un polvo ha sido más inconsciente, ¡hay que verlo para creerlo!.



Pete, que sufre de un agudo complejo de Edipo, tamaño catedral de Burgos, pero desplazado hacia su hermana, sorprende a los dos tortolitos, y entre el embarazo de la situación, una cosa y otra, y esa inocencia y verborrea propia de esa infancia que a muchos les dura hasta los 70 años, termina por contarles con pelos y señales qué es lo que ha hecho con los pastelitos de carne. Pequeño psicópata...



El ingeniero que ya se imagina que sus mal pagados obreros andarán en algún tugurio completamente borrachos, decide actuar por su cuenta y va a visitar al abuelete veterinario. La buena noticia es que su mujer está allí, la mala es hay un contagio de rabia cinematográfica tremebundo y que no se sabe cómo va a acabar la película pero todo apunta a que muy mal y con muchos muertos. Vamos que las palizas, abusos y vejaciones de antes son juegos de niños, cabrones pero niños, comparado con lo que puede pasar.



Mientras tanto nuestros obreretes se van subiendo la bragueta, y ajenos a sus compañeros degollados en el ático, cogen la furgoneta con la intención de volver a sus barracones.
Como nuestra rubita no se quiere quedar sola (por si los locos con hacha), les acompaña tan contenta como inconsciente.



Y contentos también se ponen todos los obreros, que se relamen al ver entrar una señorita díscola, de moral relajada y dispuesta a dar guerra a los 25 obreros del barracón.



Vaya cachondeo que se trae Molly...



En voz en off nuestro abuelo veterinario nos narra los síntomas de la rabia, que curiosamente menos el incremento del apetito sexual, se corresponden punto por punto con lo que les sucede a todos y cada uno de los hippies satánicos en general y en particular a Molly "chocholoco"...
Esto va a terminar mal. Encima el mundo científico desconoce qué efectos terroríficos puede tener la rabia mezclada con el uso de drogas alucinógenas.



Molly después del noveno trabajador y con unos síntomas clarísimos de hidrofobia, como ya sabemos gracias a oportuna la voz en off del veterinario, salta de la cama y corre como... como... como una rabiosa, a esconderse en el baño.



El obrerete que se ha quedado a medias y se lo ha tomado muy mal, no repara en las extrañas muecas y gestos de Molly, no señor, no ve que algo raro le pasa a la chica: Él, hombre primario y sencillo sólo piensa en coño.

Para que se relaje y vuelva a la faena como Dios manda decide meterla debajo de la ducha, cosa que la señorita, con hidrofóbia galopante, se toma muy mal pero que no puede evitar.



Vaya, por fin vemos a un vecino de esos 40 que dice que viven en Valley Hills. Con igual sorpresa nuestra vecinita se toma el encontrarse con "la embarazada" y "Lowry la sordomuda" en mitad de la nada, pero como tiene un corazón de oro (adoptó al perro Niebla que ven aquí cuando quebró la horrible serie Heidi) decide invitarlas a tomarse un tentempié y a relajarse en su casa...



Y en la merienda estábamos cuando Lowry le echa el ojo al cuchillo eléctrico de la cocina y decide interpretar un rato a la rabiosa, sordomuda si, pero rabiosa también.



Las consecuencias para la vecina son bastante traumáticas, a pesar de que hoy en día fabrican prótesis de gran calidad. Niebla viendo que hay lio ha puesto las patas en polvorosa, y es que hay animales que son muchos más listos que los humanos.



¿Pero por qué tienen los rabiosos esa manía con los miembros amputados?



El ingeniero, al que en realidad todo le da dos higas, de vuelta en el trabajo, que para él es lo único importante en este mundo, es requerido inmediatamente por el médico de la empresa.



-Mire lo que me he encontrado señorito, mire, milana bonita...



¡Molly "chocholoco"!, ¡malditos obreros de la presa!, ¡asesinos de género!.



Así que allá van que te voy a ver quién es el animal que se dedica a defenestrar señoritas tan cerca del lugar donde trabaja: ¡estas cosas se hacen en casa o cuando se va de vacaciones leches!.



¿Están en huelga?, ¿están borrachos?, ¡No, están todos rabiosos gracias a la potencia vaginal de nuestra querida Molly (R.I.P)!. No sé yo si decir que en el pecado llevan ya la penitencia porque desde el minuto 15 de esta película me he sentido sobrepasado por completo y no entiendo nada de nada, pero nada de nada.



¡Huelga, huelga, huelga general!



Aquí vemos al piquete informativo intentando explicar sus razones machete en mano.



Los patrones escapan como pueden de la "degollina de clases" y se refugian en el caudalaloso rio para el que están construyendo una presa. ¡Cuidado con la corriente!.



Una escena inolvidable, un "chapoteosis" total...



¡Chof, chof, splash! consiguen mantener a raya a los hidrofóbicos.



Horace sigue deambulando por la zona (como medio reparto) y llega a un fabuloso criadero de serpientes, tan fabuloso que cobra 25 céntimos por "asmición" para ver a la "jigante Voah Kostristor" que debe ser una nueva especie de serpiente.



Horace, visiblemente emocionado, saca alegremente a la "boah" de su jaula (sin candados ni cerraduras) y se pone juguetón. A estas alturas ya no se sabe si es por el satanismo, el hippismo, la rabia, el cansancio... o sencillamente es pura zoofilia.



El dicharachero dueño de la granja-museo-ciudad de los muchachos, aún en pijama el pobre, no da crédito a sus ojos al ver a su "boah" favorita, la niña de sus mimos, siendo sobada por un melenudo lúbrico que encima ni ha pagado la tarifa de "asmición".



Será alguna etapa no resuelta, algún trauma familiar quizá... pero este chico tiene graves problemas con los señores mayores y las figuras paternas, más que un curtido mozo tan satanista como duro parece una lesbiana adolescente y con acné furibundo.



Es tan fuerte el masaje de cervicales que le aplica a este pobre señor que hasta su dentadura postiza sale despedida de su boca: ¡Plofff!

Horace está pensando: ¿!papá por qué nos abandonaste a mama y a mí!?, ¿por qué nunca me quisiste?. ¡Te odio papá, te odio!.




Sylvia, rubito y pete siguen por esos caminos de Dios, se hace camino al andar y gracias al Mopu, desgraciadamente entre que Rollo la ha tomado con ellos y que ahora aparecen por el campillo medio sindicato de E.L.A machete en ristre el futuro se les dibuja cada vez más feo.



Tan feo, que la "embarazada" viendo que el trío calavera no puede ni quiere pararse a ayudarla, y que de ahí va a salir como mínimo descuartizada, decide practicarse un aborto casero alegremente. Materiales: Una estaca de madera.



Rollo vuelve a alcanzarles, que pesadito, pero a estas alturas sufre de una hidrofobia terrible.



Gracias al caudaloso rio, el trío de cretinos puede seguir escapándose a su gusto. ¿"La embarazada" no podría haberse metido en el riachuelo hasta las pantorrillas?. Dejémoslo correr y dejémosles correr.



Mientras tanto, algo extraño llama la atención a Mildred, la cual abre la panadería llueva, haga sol, nieve, caigan bombas nucleares, haya una epidemia de peste o sea el fin del mundo. Si su marido sólo piensa en el trabajo, ella solo piensa en el dinero, dinero, dinero, ¡vaya matrimonio!.



-¿Pero qué hace Yoko Ono haciéndome gestos con una daga?



-¿Y por qué ahora que se levanta y camina a lo Tai-chi amenazadoramente?, ¡ay chica, con este negocio no gano para disgustos, tenía que haber abierto una mercería!.



Deus ex machina. Aparece el marido y sin mediar palabra, sólo con su prestigio social y su formación científica espanta a una Yoko Ono hundida hasta la pantorrilla en la superchería, el ritual y la miseria intelectual. ¡Viva la razón!, ¡viva el progreso!.



-Mira nena, mis trabajadores están de protesta y voy a llamar a los antidisturbios para que les dejen finos y suaves...
-Voy contigo, tengo mucho miedo.
-No, es muy peligroso.
-vale.



El trío calavera, que sigue trotando, acaba de nuevo en el pajar (¡eso ya es obsesión por favor!), a pesar de que cada uno huye en una dirección diferente y que llevan toda la noche corriendo. Metafísica, pura metafísica.



¡Adiós noble anciano!, algunos perdemos un veterinario, otros a un tutor legal, todos a un muñeco del pim pam pum al que vejar y drogar. Siempre te recordaremos.



Mildred comienza a clavar puertas y ventanas, con esos tablones no va a entrar ni el aire.



Pero no nos olvidemos de Yoko Ono, que más despechada que nunca ha vuelto a la panadería de Mildred con la intención de pegarle fuego por los cuatro costados. Si, esta película es un puro delirio ya deberían haberse dado cuenta hace mucho rato.



¡Horace, el que faltaba!. En cuanto ve a Yoko Ono carga con su sable en punta para destriparla al gusto.



¿Qué haces Yoko Ono?, ¿Por qué echas gasolina a tu alrededor?.



¿Yoko?, ¿Pero por qué te sientas?, ¡pero deja ese mechero no seas loca!.



¡A lo bonzo no, Yokoooooooooooo!, ¡Yoooooooookooooooo!.



-Este pueblo se está poniendo insufrible...



El trío calavera continua su absurdo periplo y acaban en la panadería de Mildred donde Horace les recibe con muy mala idea y bastante encabronado por el desplante que le ha hecho Yoko Ono.



Pero como llevan arrastrando desde hace media película a Rollo, éste y Horace se enzarzan en una pelea a muerte. Mucho amor, mucha paz pero estos hippies no pueden ni verse unos a otros, todo lo contrario que los disciplinados obreros rabiosos.



Una pelead-pelea, lo que se dice una pelea a cara de perro...



Sylvia, Rubito y Pete intentan refugiarse en la panadería pero la entrada está cerrada a cal y canto y asegurada con una robustísima barricada que la hace impenetrable.



Mildred duda.
-¿Qué hago?... ¿Abro, no abro?...



Y mientras Mildred sopesa los pros y los contras de dejar entrar a esos chiquillos, el grueso del piquete informativo llega a la panadería con la intención de quejarse por los abusivos precios que Mildred cobraba por unos productos de una calidad más que cuestionable.



Al final Mildred decide que sí, mira, que al fin y al cabo quizá terminen por hacer gasto en la tienda, y en estos tiempos de crisis no hay que despreciar ninguna venta por pequeña que sea. Claro, que la duda le cuesta un cliente porque "Rubito" acaba decapitado.




-Mire señora, mire... jua, jua, juas...
-¡Será cochinoto el tío!, ¡anda por ahí so marrano!.



Aquí podemos comprobar, con cierta tristeza, cómo la poderosa barricada de Mildred estaba condenada al fracaso, y es que con ventanales tan grandes reforzar las puertas es de memos....



Mildred, Pete y Sylvia se esconden en el sótano y los rabiosos destrozan la panadería, llegando incluso a tirar una pared falsa de plástico. ¡Bravo!.



En estas estamos cuando la pelea de Rollo y Horace se resuelve: Mucho satanismo, mucha serpiente y mucha chulería pero Horace termina como un pincho moruno ensartado por su propia espada.



¿Qué futuro les espera sin tutor legal siendo ella una díscola de cascos ligeros que le gusta más el frote que a Don Limpio y el otro un psicópata y un envenenador de pasteles?, ¿Acabarán como hippies viajando en furgoneta?. Yo con estos dos les sacaba una segunda parte, pero ellos haciendo de Hippis.



Un parado entra en el sótano como Pedro por su casa, y es que sin cerrojo ni candado, ni nada de nada la cosa se la ponen a huevo. Por suerte Mildred lo que no tiene de lista lo tiene de escopeta y le descerraja un tiro que lo deja seco.



¡Y para arriba que nos volvemos!. Esta película es una locura.



Sin escopeta y acosada por sus antiguos clientes, Mildred echa mano de la manguera y los pone como sopas en un periquete.



¡Tomad hidrófobos de mierda!, ¡tomad que me habeís destrozado el local!.



Pero el coche no arranca, no señor.
Este simpático rabioso se mofa de ellos y gestualmente se caga en todos sus muertos.



¿Qué vamos a hacer?, ¿Qué nos va a pasar!?, ¡igualito que el matrimonio Cooper en Night of the living dead!. ¿¡Ay cómo terminaba esa película!?, ¡haz memoria Mildred, haz memoria!.



¡Pero aquí llegan los antidisturbios!. Sin hacer ni una pregunta fusilan a toda la mano de obra barata in situ, total son obreros sin cualificar. ¡Qué masacre!, ¡un festival de balas!.



Coche volcado, cadáveres de piqueteros violentos por doquier, pocas esperanzas para nuestras heroínas... pero...



¡Pero no!, ¡Aún hay sitio para la esperanza y el amor en este mundo enloquecido por la rabia y los malditos hippies satánicos!.



-"Por lo menos les hemos evitado sufrimiento a esos pobres diablos porque morir de hidrofobia es agonía".

Estas frases tampoco se escriben hoy en día.



¡Fin!. ¿Fin?!!!, ¿y qué pasa con Pete al que se le ve jugando con un arma en los títulos de crédito?,¿Se suicida aplastado por el peso de la culpa?, ¿Se le lleva a juicio y se le condena a muerte por el asesinato directo de 6 personas e indirecto de 30?. Esto es una obra maestra, ¡obra maestra!. ¡bravo, viva y ole!.



Final amancebado....

(tchan, tchan, tchan chan chan...)

¡¡¡La "Boah konstrikter" aún acecha!!!

1 comentario:

Anónimo dijo...

jajaja que buena!

Related Posts with Thumbnails