Bla Bla Bla Goodbye Bla Bla Bla

martes, 30 de junio de 2009

¡Memento mori, marmolillos!


Haga click para ampliar la ilustración de Gustave-Henri Jossot.

Por suerte o por desgracia, muy raro ha sido el día de mi vida en que no he pensado aunque sólo fuese durante algún minuto en la muerte, en sus causas o en sus envenenados frutos y demás subproductos de oferta.

Algunas veces esos momentos han acontecido vía noticias personales o de la prensa del mundo ancho y ajena, por pura afición a reflexionar sobre lo mundanal, vía las dobleces amargas del recuerdo (la memoria siempre está preñada de muerte) y hasta con alguno de esos dolores inesperados y otras angustias domesticas cotidianas, que nos recuerdan en un periquete nuestra condición de bípedos cárnicos y temporales a los que si se les acuchilla les duele mucho y de vez en cuando tienen hambre, calor, picores y hasta deseos de fornicar. ¡Ah la neurosis, la memoria, la consciencia y la sombra, qué grandes, fieles y alegres compañeras con las que es imposible aburrirse!.

El caso es que el enorme lote regalo de la muerte, junto con cinco o seis lotes sorpresa de similar tamaño y precio, ha sido y es una dimensión que siempre he tenido muy presente durante toda mi vida y que de una forma u otra, más o menos dolorosa, más o menos burlona, más o menos teórica, más o menos personal, no he podido evitar frecuentar. A otros les da por las figuritas de Gandalf, por el "biciclismo" o por el noble arte del ganchillo de arte y ensayo.

En mi caso mucho de lo más intimo siempre ha tirado por los importantes cerros de lo escatológico, y es que saber cómo termina la historieta, es tan sorprendente como complejo, y con spoilers de esta envergadura y cariz yo no puedo dejar de tener la boca abierta en constante rictus contrariedad e indignación, como un cinéfilo de provincias cualquiera al que le dicen que al final muere todo el reparto: Aquí ni el Tato se salva, no lo duden, por eso todos consideran a Shakespeare un genio y de Corín Tellado sólo me acuerdo yo y media docena de parados más.



Es posible que no sea tanto una particularidad mía, un rasgo propio de carácter, sino que la reflexión de estraperlo a la que soy tan aficionado, como los caminos que dicen que llevan todos a Roma aunque acaben en Alcorcón, Niza o Basauri, siempre suelen terminar en el "hoyo" o en el "bollo". Vds quizá acaben en Dios, pero yo soy yo y no tengo otro.

Yo aún estoy en el camino, y comprenderán que no lo tenga tampoco demasiado claro, si lo tuviera ya habría inventado una religión, un partido político o una "Organización No gubernamental" mantenida por el gobierno, no pierdo la esperanza de llegar a descubrirlo algún día, sobretodo de cara a la golosa subvención.

Déjenme confesarles también que por otro lado nunca he sido especialmente morboso; si, les podría hablar largo y tendido del fascinante proceso de putrefacción cadaverina, de las técnicas cosméticas y de embalsamamiento que se utilizan actualmente con los finados, explicarles paso por paso una autopsia o pegar un digno repaso al proceso de duelo y a los ritos funerarios practicados por la "humanidad humana" a lo largo de la historia, desde la antropofagia ritual hasta las cenizas lanzadas al cosmos. Un cachondeo, un hartarse a reír oigan...

Pero también les podría hablar largo y tendido de los cojones que tenían el bueno de Marco Polo, Gagarin o Shackleton, de cómo se producen las auroras boreales, de la historia y evolución del grabado, de las casas de mancebía sevillanas y valencianas, cómo preparar un buen solomillo a la miel y al tabaco o el pesto genovés, cómo hacer derretirse a una mujer con un poema, cómo fabricarse una fabulosa máscara con una caja de zapatos y una mierda de tijeras y hasta cómo hacer la O, esa letra fabulosa tan poco conocida, con un canuto...

¡Y todo esto, claro está, sin mirar ni una sola vez en la despampanante Wikipedia en español, al revés de lo que hacen tantos y tan ilustres intelectuales informáticos de hoy en día!.



Les digo todo esto sólo por hacer inventario de algunas de las pocas cosas mundanas que más disfruto conociendo, porque si empiezo a hacer inventario de las cosas que desconozco por ignorancia o por pereza, nunca por maldad en mi caso, no acabaríamos nunca la feria y estaríamos aquí hasta el Big Crunch. En otros blogs se habla sobretodo desde la "ignorancia inconsciente no interiorizada", no caeré yo también en ese vicio nefando.

Por otro lado también quiero confesarles que en mi caso, y hasta el momento, en la imaginaria balanza entre el Eros y el Thanatos, siempre de pesos y medidas tan difusos como intercambiables, el Eros ha salido victorioso en el negocio del pesaje.

Aún con mis inclinaciones por querer llegar a ser un buen collaborateur y un quintacolumnista de pro, siempre he tenido claro, en la medida de lo posible, hacia qué arrabales y caderas se orientan mis pulsiones y mi curiosidad por el mundo, y la tumba, como tal, o mejor dicho como nada, tiene menos encanto que una hamburguesa de McDonals, que ya es decir.


Haga click para verle las tetas a Margarita para ampliar

Siguiendo con nuestro espacio de confesiones, les diré que yo hubiera preferido no haber entrado a bailar perreo en esta desquiciante discoteca, pero una vez ya dentro, con la costosa entrada ya pagada y viendo que salir no es ni de lejos igual que no haber entrado, he recompuesto la cara de gilipollas que se me quedó cuando me di cuenta y opto porque me quiten lo bailado, lo bebido, lo comido, lo amado y lo odiado: La música es estridente, la gente es gentuza, los licores están aguados y el sorteo de la moto tiene tongo, pero de aquí saldré cuando a mi me de la gana o cuando los gorilas de seguridad me echen a patadas, seguramente porque está prohibido fumar o alguna tontería por el estilo.

Por mucho que se empeñen, amigo léctor, deseada lectora, la muerte es la nada; Toda esta danse macabre (totentanz si son de letras), ese símbolo, esa fanfarria, esa metafísica de mercadillo y esa poesía de las pequeñas cosas y hasta la moda funeraria del momento, no son más que un reflejo con que el mundo de los vivos (no hay otro, ni otro mejor o peor es posible) con sus grandezas y sus miserias, interpreta el triste negocio y el inevitable trámite, como quien mira los toros desde la barrera o protestando histérico y con pancartas fuera de la plaza.

En qué medida los espejos se reflejan unos a otros y cómo juega la óptica y la ilusión tampoco lo tengo claro, tengan compasión con mi honesta ignorancia; pero les puedo decir que a la hora de intentar comprender una civilización, siempre infructuosamente por mucho que su conciencia postmoderna se lo niegue, sólo tienen que conocer sus tumbas y sus prostíbulos para hacerse una idea bastante acertada de por dónde les daba el aire; y si logran descubrir alguna en la que faltaba uno u otro elemento natural, échense a temblar de terror porque estamos hablando de marcianos, de necrófagos o de meapilas, que no sé cual es más dañino y más malvado.


P.S:
Dejen ya de dar por el saco con Michael Jakson, hagan el favor.

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