Cualquier excusa es buena para una tira de Gurewitch.
No sé en qué momento los realizadores, guionistas, actores etc. han confundido su profesión con los sempiternos menesterosos del departamento de marketing de la distribuidora, o viceversa que de todo hay en esta merienda de negros, pero si hiciéramos caso a la propaganda dura y a la propaganda blanda, campañas y críticos atocinados respectivamente, sobre sus productos de temporada, entraríamos aterrorizados a las salas de proyección por miedo a que se nos derritiesen las retinas de pura "revolución visual" o nos diera un síncope que nos dejase aún más bobos de tanta "audacia interpretativa" y la horda de las "nuevas promesas del cine".
A mi personalmente "el cine" cada día me produce más sufrimiento psicológico, tanto miedo y tanta angustia que temo seriamente desarrollar esa úlcera o ese cáncer de colón que no tengo pero por serios estudios demográfícos deberían tocarme pero no me tocan, y no, tampoco me toco.
Como en las salas de cine soy incapaz de dormirme (sólo lo he hecho viendo la divertidísima "Drácula: Un muerto muy vivo" y la existencialmente arrebatadora "Kalifornia"), cada vez me molestan más los tontos del higo cinéfilos (que ahora se hacen llamar frikis cinéfagos o subnormales-pop por aquello de modernizarse), los rumiantes de cosechas enteras de maíz de Minnesota y la sinfonía de toses, ronquidos, teléfonos móviles de decimocuarta
Cinéfila alcanzando el éxtasis con Piratas del Caribe.
Así, ya ven que todo tiene solución, lo que hago es verlas tan tranquilo en mi casa mientras pongo mi granito de arena para acabar con la industria, la sociedad occidental y las galas de los Goya. La mayor ventaja que yo le veo a ese sistema es que si a eso de los 20-25 minutos ya empiezan a salir los colores pardos, el guiño idiota al espectador, la música intimista, el cliché circense y las posturitas y caritas de las señoritas y los caballeros que es el único talento que parecen tener, uno la deja de ver, la borra y se caga en la madre que parió al reparto sin molestar a nadie, sin perjuicio económico propio y sin tener que andar montando escándalos en las taquillas.
Hay casos, o quizá sean días, quizá sea un sentimiento de culpa en el que tendría que trabajar, quizá los biorritmos, quizá el café, en que por muy grande que sea el sufrimiento y la angustia que este viviendo mientras veo esas perlas alabadas por la crítica, el público y la prensa rosa que leen los formadísimos cinéfilos, no puedo dejarlas a medias y claro, cuando después de tres o cuatro horas salen los créditos pregonando con orgullo a los matarifes del engendro, primero respiro tranquilo, como quien se despierta de una pesadilla, y después siento pena porque el vudú no tenga ninguna base serie ni funcione, porque si no me pasaría los días clavando agujas incandescentes a los muñecos de las grandes estrellas nacionales, ultranacionales y extranjeras.
Ya no se hacen películas como antes...
Con estos bellos pensamientos y estas heridas morales yo me pregunto qué desayunan los cretinos que, por ejemplo, le aplauden todas pero TODAS las gracias al Pierino de Hollywood, Tarantino para los amigos: Un hombre que con mejor o peor tino vive de hacer un corta y pega constante de las películas explotation. Claro, a la peña le mola cantidad el "homenaje" y tal, y con ese humor tan fino a lo hermanos calatrava lo deben flipar porque yo no entiendo que haya alguien, no ya que se haya divertido, sino hasta entretenido viendo "Inglorious basterds" y hasta sea capaz de hablar bien de ella sin sentir vergüenza ajena. Parece ser que con venderles un Hercules Poirot pero en nazi, una niña mona poniendo caritas a la cámara y media docena de sentidos "homenajes" la gente es capáz de tragarse cualquier cosa y además se lo pasa pipa y hasta teta; y Vds. que la difruten con la misma salud con la que sus padres disfrutaban de las películas de los hermanos Calatrava.
Otra que tal baila es Avatar, "la película que va a cambiar la forma de entender el cine" toma ya, donde el bochorno se sirve en paquetes para familias numerosas y uno tiene la sensación de que al espectador no sólo le están tomando por infantil sino que parece que hasta a los mismos niños los deben tener por idiotas balbuceantes. Menos mal que no la vi con la supermoderna y revolucionaría magia-tecnología de la botica de la abuela, las fabulosas 3-D que aún pueden ver en sus teatros sin hacer el idiota, porque podría haberlas rotos a violentos lagrimones y después habérmelas comido. ¡Gracias Bittorrent!.
Fotograma de la película Avatar.
Otra que tal baila, hablemos de "Celda 211", ese "intenso thriller carcelario", donde la supuesta tensión mi dopamina la transforma en vergüenza ajena del mayor calibre y oleadas de carcajadas ante tanto despropósito: Que si la ETA, que si los calzoncillos, que si Resines apaleando a una embarazada, que si un durísimo preso a punto de hacerse unas pajillas con el recién internado, que si los románticos flashbacks del señor funcionario... ¡Un festival de risas justamente premiado con ocho "Goyos"!
Daniel Monzón (con bigote) durante el rodaje.
Yo no me lo tomaría tan a pecho, y me dolería mucho menos, si en lugar de venderme tanta mierda como "la revolución del cine", "apasionante drama social" o "la comedia definitiva", me dijeran las cosas claras con un "bastante floja, con algún chiste que puede hacer gracia si viene borracho a verla", "si el azul es tu color y te gustan los pitufos y Pocahontas está bien, si no, no mucho pero le ponemos ganas y hay explosiones a destajo", "si está en trámites de divorcio esta película le encantará ver como un granjero de Atlanta copa con el suyo, si tiene hijos aún más" o "si llueve, hace frio y le echan de casa como a los jubilados métase al cine a ver esta parodia de la guerra civil española con curas-militares y señores en pijama viviendo en un armario".
Les sonará que esa debería ser la labor del crítico, desgraciadamente críticos como tal ya no quedan, sólo quedan pavos reales con docenas de complejos, quedan los amigos y enemigos de los directores y productores y bastantes nostálgicos del "musical-western"; y los cuatrocientos millones de críticos amateur, cretinos profesionales, que nos alimentan con su sabiduria por "la internet" producen bastante vergüenza ajena; y es que hay mucha gente que no entiende demasiado, a secas, ni tampoco entiende demasiado bien que por ver mucho cine y recitar nombres y apellidos como las listas de los reyes Godos o las tablas de multiplicar se pueda no tener ni idea de cine, como de hecho ocurre. Yo por ver pasar tantos coches, camiones y autobuses por la calle debería ser un piloto de formula-1 y hasta formula-2, que es más.
Aqui dos críticos cinematográficos: ATS ella, fontanero él.
Hace mucho tiempo que sé que las obras maestras son tan raras como los informáticos inteligentes o los banqueros honestos pero me empiezo a preocupar seriamente porque estoy viendo que el resto de paladas cinematográficas que me van a tocar van a estar llenas a rebosar de mierda hasta la claqueta, y ya no pido "grandes obras" sino obritas limpias, simpáticas y un poco inteligentes a secas, para sacarlas a bailar un rato.
Bill Maher, con su particular humor, decía que la principal causa de tanta masacre neuroral y tanta apología de la tontuna proviene de que hoy se hacen películas para adolescentes, porque son los que tienen el dinerito que les dan sus papás y son los que van al cine, los que se compran el DVD, los posters y las camisetas; que ántes la industria cinematográfica hacía productos para los papás, y el nene o la nena, si no querían aburrirse, tenían que hacer un pequeño esfuerzo a la hora de ver la película, cosa que educaba lo suyo según él, y no le falta algo de razón.
Desgraciadamente hoy en nuestros lares se es niño hasta los 40 años, no como el restante 90% del globo, y cabe decir que la industria, como toda industria que se precie, está vendiendo al consumidor/público lo que éste pide: Fast food y fast movies. Entiendan que yo personalmente me tronche cada vez que alguien me dice que "el ocio es cultura", sobre todo desde que el ocio es puro negocio y la cultura se ha convertido en un revuelto de espárragos subvencionado, que está soso, frío y encima sabe a pollo.