sábado, 21 de febrero de 2009
Sophie Waller
No he podido evitarlo. Llevo todo el día con la historia en la cabeza; me parece tan desagradable, tan absurda y tan triste que tengo una bola espesa y pegajosa hecha de asco y escalofrío en la garganta desde que la he leído esta mañana. El suceso no es reciente, se remonta a diciembre del año 2005 y no lo conocía.
Entiendo que este tipo de dramas humanos les tocaran la fibra sensible y el saco de los espantos y los truenos en menor o menor medida dependiendo de su sensibilidad, de sus fobias y de cómo hayan amanecido. Por si acaso les recomiendo que no sigan leyendo en caso de que sufran psicológicamente de una manera intensa cada vez que acuden a la consulta de algún dentista:
Sophie tenía 4 años cuando la llevaron una revisión dental rutinaria, en la que por un accidente la hicieron un corte en la lengua. A raíz de ese suceso sophie empezó a desarrollar una fobia brutal con respecto a todo lo que tenía que ver con los dientes, la boca y los dentistas.
Con 8 años comiendo un caramelo se le partió uno de sus dientes de leche, los padres intentaron llevarla a la consulta del dentista cosa que la que la niña se negó rotundamente, cerrando la boca y no comiendo ni bebiendo nada durante tres días. Los padres asustados con la situación y no sabiendo qué narices hacer con las fobias de la niña la llevaron a su médico de cabecera que a su vez les recomendó llevarla a un hospital.
En el hospital, con la niña sedada y con el consentimiento firmado de los padres, se le extrajo la pieza rota y viendo que ya estaban metidos en faena, y posiblemente para evitar futuros disgustos, le extrajeron el resto de dientes de leche que tenía en su boca. En total 8 piezas.
Cuando Sophie despertó y vio que le salía sangre de la boca y sintiendo que le habían arrancado los dientes, dejó de hablar, de beber, de comer y no volvió a abrir la boca para nada.
Después de varios días con suero y con la recomendación de tomar bebidas nutritivas y purés, se la mandó a su casa.
Los padres viendo que la cosa empezaba a tomar un aspecto bastante enfermizo y siniestro, y que la niña seguía sin abrir la boca para nada, intentaron varias veces obligarla a comer pequeñas cantidades de fruta o yogur pero la niña se revolvía como una fiera y entraba en un estado de pánico absoluto.
Los intentos para que la niña fuera readmitida en el hospital fueron también infructuos, y después de muchas noches de gemidos lastimosos la llevaron, literalmente porque de pura debilidad ya no podía andar, a un psicólogo infantil.
Dos semanas después de la intervención la madre de Sophie, Janet, se la encontró muerta en la cama; pesaba menos de 25 kg y había muerto de fallo renal masivo causado por inanición y deshidratación.
La fuente, tal y como me la he encontrado hoy, está aquí.
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